Un tema en el que todos, empezando por la familia, siguiendo por los vecinos y así hasta el último de los mortales, parecía tener algo que decir. Puede que ahora todo esto suene a historia antigua, pero lo cierto es que con el cabello de una soltera no se jugaba y ni siquiera su propia poseedora podía disponer de él libremente, más que para rizarlo, perfumarlo, torzarlo y peinarlo el
cabello corto y como lo indicaba la moda de rigor.
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