Aquéllas que no podían pagar un
peluquero diariamente, pasaban varias semanas con el tocado, por lo que dormían sentadas y libraban batallas campales contra toda clase de insectos y ocasionalmente lauchas, que se acercaban atraídas por la lana y la grasa de cerdo. Dormían con (rampas en la almohada, un gato en el regazo, cofias de alambre y así y todo, hay cartas que atestiguan que más de un ratón hizo nido en una de estas torres peludas.
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